lunes, 3 de marzo de 2008

La puerta de atrás

Todavía me estoy riendo...Acabo de leer la entrada "Estampas" de Sergi y me ha recordado unas cuantas situaciones divertidas que se suceden en el centro donde trabajo: el ICO (Institut Catalá d'Oncologia) ubicado en Bellvitge con vistas a la Zona Franca.

El edificio en cuestión (que tiene delito...de lo feísimo que es) tiene varios accesos, todos en obras, por supuesto! Yo suelo entrar por la puerta de atrás. Como todas las "puertas de atrás" es chiquita (tienes que dejar salir para poder entrar) y está muy dejada, pero tiene una vidilla!!!

Resulta que desde hace un año la 7ª planta del centro acoge el Centre Socio-sanitari...que es básicamente donde residen los enfermos mentales. Y qué deciros!!!??? Hay una serie de personajes asiduos que pasan literalmente el día frente a la puerta de atrás fumando, mirando el bello paisaje (autovía de Castelldefels a la derecha, tanatorio de Bellvitge a la izquierda), enfadándose con Dios y María Santísima...que algunos, si no les saludas cada mañana te dicen de todo!!! Para rematar, cada uno de ellos va en su silla de ruedas, bajo la cual cuelga una bolsita que al principio dices: "Qué le cuelga a este de la sila?" y cuando te fijas bien....ay!! ojalá no lo hubieras hecho!!!

Por desgracia, uno a todo se acostumbra y un buen día llegas y ni te das cuenta de quien hay en la puerta o quien deja de estar. Trabajar en un hospital llega a insensibilizar, aunque uno se resista, aunque no quieras porque has vivido la otra cara y crees que no hay que frivolizar con las circunstancias de nadie...te termina pasando...

5 comentarios:

Motenai dijo...

Lo que sorprende mucho del ICO, por lo menos en lo que a mi respecta, es la gran sensibilidad que muestran la totalidad de las enfermeras que me he encontrado.

Por H o por B he estado en el hospital unas cuantas veces en estos últimos 5 años, aunque nunca porque yo estuviera hospitalizado. Me he encontrado personal de todos los colores, unos y unas más amigables, otras no tanto. Pero cuando entré en el ICO por primera vez, tanto mi padre como yo mismo nos dimos cuenta de que era muy complicado encontrar allí una enfermera que no fuese agradable.

De hecho opino justamente lo contrario que tú: el ICO no insensibiliza, porque esas chicas (solamente me he encontrado chicas) parecen precisamente mucho más sensibilizadas a los enfermos, más atentas, más amables...

No sé si es culpa del trabajo o de la persona en sí misma, pero la gente que curra en el ICO es especial. A mi me merecen más que respeto.

Laia dijo...

Sergi, creo que me he expresado mal...No me refiero a que uno se insensibilice y deje de tener en cuenta el sufrimiento ajeno. Hombre, no creo que se trate de insensibilizarse de puertas a fuera...de lo que hablo es de una sensación interior en que ya no te afecta tanto o, más bien dicho, no permites que te afecte tanto. Trabajo en el ICO desde el 2005 y cuando entré todo me afectaba, yo ya he vivido lo que tu ahora y a veces ni siquiera podía evitar que se me humedecieran los ojos (para los que me conocen...esto es algo bastante normal en mi xD). Si no permites que se te haga una pequeña coraza, más vale que trabajes en otro lado..això està clar!
By the way, me alegro de que os estén tratando bien y repito, si algun día las paredes de estos interminables pasillos se te comen, dame un toque ;)

Anabel dijo...

Laia...yo no podría! creo que has de tener madera.
La única vez que estuve en oncología en el clinic, me vine abajo sin remedio...tal vez no soy tan fuerte para aguantar ese tipo de situaciones.

Pues eso, el que vale vale y el que no...comercial!

Un beso reina

Motenai dijo...

Es curioso, Laia, porque escribiste este comentario apenas una hora antes de que nos viéramos por casualidad en los pasillos de la planta 3 del ICO (una planta fantasma, por cierto).

Conste que te reconocí por el pelo.

Vander dijo...

Por casualidad dice... XD
¿Por el pelo? XDDD

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A mí me pasa algo parecido. Hace tiempo me daban pena los drogadictos que me encontraba en la puerta del trabajo, con su cigarro en la mano echando humo como una vieja locomotora.

Ahora ya no me afecta. Incluso cuando alguno viene tambaleándose con el mono y me pide fuego con unos dientes amarillos por la nicotina, no tengo más remedio que decirles que no tengo fuego para su dosis, que a mi eso hoy no me persigue porque yo he nacido y me he criado en la calle.

Nos volvemos demasiado insensibles, sí.